Sara Flamenco

Tenemos una educación emocional tan deficiente, que la comunicación pasivo agresiva campa a sus anchas en nuestra sociedad. Eso se traduce (entre otras cosas) en la proliferación de comentarios hirientes disfrazados de halagos, como el típico «que pena, con lo guapa de cara que eres» o «ya me gustaría llegar así a los 40» (frase que, por cierto, tuve que escuchar el otro día).

Estos regalos envenenados también pueden venir en forma de consejo que lo único que consigue es cuestionar tu forma de actuar, como cuando te dicen que lo mejor es la leche materna si ven que les das un biberón a tu hijo, o que le estás malcriando si se lo das pasados los 6 meses (recuerda que seis de cada diez madres reciben críticas en su manera de criar a sus hijos).

Cómo frenar los comentarios tóxicos

«Ante este tipo de comentarios, debemos poner límites«, asegura la psicóloga Beatriz Galván, especialista en apego y tratamiento del trauma. «Poner límites forma parte de nuestro autocuidado, que son las acciones que llevamos a cabo para mantener y potenciar nuestra salud emocional, física y mental«, matiza para poner especial énfasis en la importancia del autocuidado.

«Si recibimos un
juicio de valor, ese juicio es expresado por la persona desde su propia historia personal. Los juicios emergen de las experiencias pasadas, de las creencias y valores aprendidos por la persona en su entorno familiar y social. Ante un juicio de valor, debemos responder de forma asertiva, poniendo límites firmes, sin caer en respuestas agresivas ni sumisas. Es decir, no se trata de contraatacar, ni de quedarse callada en actitud pasiva«, comenta Galván.

¿Que quiere decir con eso? Que muchas veces, los juicios de valor dicen más de quienes los manifiestan que de quienes los reciben, por lo que no deberían cuestionarte ni mermar tu autoestima. Y poner límites es la mejor manera de enfrentarte a este tipo de comentarios, siempre desde una posición de calma pero con seguridad.

Mujer pelirroja oliendo una flor amarilla. / Foto de Dg fotografo, en Pexels.

Cómo poner límites, según la psicóloga Beatriz Galván

1. Exprésate desde el respeto y la calma: para poder poner un límite a tu interlocutor sin llegar a ofenderle, es necesario fomentar la empatía. ¿Qué es lo que le ha llevado a esa persona a hablarme de ese modo? Afortunadamente, la mayoría de las personas no son malvadas por naturaleza y sus comentarios ofensivos suelen tener una razón que, si bien no es justa para con nosotros, pueden ayudarte a entender por qué se ha comportado de ese modo.

2. Evita juicios de valor: para poner un límite a la otra persona no es necesario juzgarla, ya que eso la hará ponerse a la defensiva y el objetivo de la comunicación no se cumplirá de manera satisfactoria. Evita los juicios de valor y desetierra los comentarios acerca del físico. Si quieres hacer un refuerzo positivo o elogiar a la otra persona, hazlo desde la emoción («disfruto pasando tiempo contigo », «transmites tranquilidad»…) o desde las fortalezas y competencias positivas.

3. Sé claro comunicando qué es lo que te ha molestado y el límite que deseas establecer: es normal sentirse incómoda a la hora de establecer un límite, pero dar rodeos no es la solución. Esta táctica, si bien nos da la falsa seguridad de que amortigua el golpe, lo único que hace es enmarañar la conversación. Sé en lo que te ha molestado y en el límite que quieres establecer sin utilizar palabras ofensivas: «Tu comentario acerca de (mi aspecto/mi cuerpo…) me ha molestado. Te pido que evites volverlo a hacer».

«Poner límites potencia nuestra seguridad y nuestra autoestima«, dice la experta. »Si algo nos molesta o nos perturba, tenemos derecho a expresar lo que sentimos y pedir que no se repita«, continúa. Y es que querer, pero querer bien, es aprender a poner límites.