De a poco, comienza a armarse de nuevo, una mesa de trabajo en defensa de la educación pública de la zona sur. Emulando el trabajo realizado años atrás en La Casita, lo que se busca es discutir la realidad educativa y formular propuestas concretas en el marco de un foro o congreso educativo en la zona. 

Este viernes hubo un primer encuentro con ese fin, en la sede vecinal de Villa El Libertador. Allí, empezó a gestarse un grupo que buscará sumar adherentes entre los estudiantes, padres de los estudiantes, docentes y directivos, y vecinos en general. 

“La crisis de la educación es profunda, y en nuestro sector mucho más”, diagnostica Hugo Vázquez, docente de la escuela Vicente Forestieri. 

Explica que “en un sistema injusto los sectores populares padecen mucho más las injusticias”, y esto repercute en las aulas. “Viendo todas las evaluaciones que hay, más allá de las críticas de las formas en que las hacen, todas las estadísticas indican que los sectores populares, principalmente el nivel que tiene que ver con la compresión textual es muy bajo. Y si estamos hablando de que esos niveles son muy bajos, implica que para el acceso a otros conocimientos tienen menos herramientas para desenvolverse en el mundo que nos rodea”, reflexiona Vázquez. 

Compara el docente que “en el discurso está la necesidad y la importancia de la alfabetización digital pero en los hechos el Estado no pone los recursos necesarios ni las formaciones necesarias para los docentes”. 

“No hay un estudio serio para determinar por qué no se está aprendiendo a leer”, afirma Vázquez. “Los niños del nivel inicial egresan sin saber escribir su nombre. Por qué sucede esto? No se sabe porque no hay un estudio serio para aplicar”. 

“Por ejemplo, se incorpora la jornada extendida, que es un tiempo más de aprendizaje, y lo cierto es que la jornada va a los ponchazos, falta articulación, supuestamente era una modalidad taller y es como la continuación de la misma clase”, dice Andrea Ruiz, docente de la escuela Forestieri.

“Bajo el suppuesto de que mientras horas esté en las escuela, más aprende. Pero más horas no significa más calidad porque en el medio pasan muchas cosas Y una cosa que no uno ve en la estructura burocrática del sistema es que las inspectoras zonales están centralizadas en lo administrativo y no en lo pedagógico. Todos los meses hacemos informes con porcentajes que no sabemos adónde van. Es un agujero negro”, apunta Vázquez.

Después de la pandemia el ministerio de educación establece tres líneas a reforzar sí o sí: lengua,  matemáticas y cultura digital. Si uno empieza a evaluar cuáles son los recursos que tenés como escuela para aplicar la alfabetización digital… bueno, las escuelas no tienen computadoras o son insuficientes, porque el Estado hace compras de netbook de mala calidad. Esta es la tercera generación de netbook. Tampoco hay un personal que se encargue de la reparación técnica. 

En las aulas de las escuelas de la zona sur se percibe la desigualdad social. “Ahí se ve la diferencia con el resto por recursos, porque las escuelas no tienen lo que tienen que tener, las familias tampoco acompañan a sus hijos, hay mucha ausencia de los padres”, dice Ruiz, quien autocrítica señala que el Estado falla “en la formación de los docentes”. “Los docentes nos capacitamos poco tenemos compañeras que tienen dos cargos para sobrevivir, llegan a la casa y no le da más la cabeza” por el cansancio.  

Pese a estos contratiempos, los estudios terciarios en la zona marchan con buena salud. 

“La calidad de las tecnicaturas es superlativa”, afirma Lucho Pihen. “Desarrollo de software ha roto el récord de matrículas este año, en enfermería un año más queda gente afuera por decisión del ministerio de someter a un sorteo. Y en el profesorado de lengua hay una menor matrícula este año”, pero también es una tecnicatura consolidada.

Todas estas tecnicaturas se lograron con organización y movilización. Pero sobre todo, dice Pihen, a partir de una “mirada comunitaria”. 

Ernesto Gallo, docente de la Tecnicatura en desarrollo de software, afirma que “es altísima la demanda” de alumnos. En el primer año hay matriculados unos 60 alumnos. Allí, el problema, valga la paradoja, es la falta de suficientes computadoras. Hay 17 PC para todo el curso. La mayoría, no fueron aportadas por el Estado, sino por donaciones privadas. 

“Nos prometieron computadoras nuevas, pero no pasó nada. Actualmente armamos los laboratorio caseros. La última vez que se compraron máquinas fue en el 2012”, rememora Gallo. 

El desarrollo de software o programados es la carrera del momento. “La carrera no tiene límite de edad y acá se da de que muchos proceden de otras escuelas”. 

 

 

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