A través de un recorrido silencioso, pero con la suficiente fuerza de transformar estructuras históricas establecidas, logró estar al frente de decenas de músicos en distintas partes del mundo.

Es que nada iba a detener los sueños de Laura Cmet, licenciada en Composición Musical, docente y pionera en la dirección orquestal femenina en Córdoba.

En una entrevista con Mano a Mano, cuenta sus inicios con el piano, cómo surgió el deseo por dirigir coros y orquestas, y los desafíos que aún le quedan por delante.

¿Cómo nació la pasión por la música?

La música me acompaña desde que soy muy chiquita, porque el piano estuvo en mi casa, siempre. Mi mamá estudiaba piano. Y ellos se dieron cuenta que cuando tenía dos o tres años años me interesaba por el baile, por la música, por tocar el piano. Entonces a los cuatro años me comenzaron a mandar a estudiar. En ese momento iba a una profesora que tenía un conservatorio en Córdoba, privado, que se llamaba Conservatorio Liszt, y ella, Perla de Budén, fue la que me inició en el piano.

¿Cómo pasaste del piano a dirigir tanto coros como ahora orquestas?

Esa historia es por la escuela a la que fui. Ingresé a la Escuela de Niños Cantores de Córdoba, que depende de la provincia de Córdoba, doble escolaridad, y que desde chiquitos nos introdujeron en el mundo de la música. Hice toda mi primaria y secundaria, y la especialidad de esta escuela justamente era el canto coral. Todos los días, al mediodía, teníamos coro, y a las tardes teníamos materias de música, con lo cual, cuando egresamos del colegio a los 17 años, ya éramos profesionales y teníamos el título de directores de coro. Cuando egreso del secundario, decido que voy a seguir estudiando música en la facultad, pero ya contaba con una herramienta y tenía un título para trabajar. Entonces, a los 18 años, mi primer trabajo fue dirigir coro en la Escuela Manuel Belgrano, que depende de la universidad, mientras estudiaba en la carrera universitaria en la facultad.

Laura Cmet confiesa que la pasión por dirigir la descubrió a los 17 años cuando dirigió a sus propios compañeros en el Teatro del Libertador San Martín, emblema cultural de Córdoba. 

El director Hugo de la Vega estaba en una gira con el Coro Polifónico de Córdoba y la eligió para su reemplazo en el concierto final de la escuela.

“Así que siendo alumna, y con esa edad sin tener muy claro a qué me iba a dedicar, tuve esa oportunidad y experiencia. Ahí dije: ‘La verdad que esto a mí me encanta, es a lo que me quisiera dedicar’”, revela.

Mientras cursaba licenciatura en Composición Musical por 1993, se perfeccionó de manera particular en Dirección Orquestal con los maestros Carlos Giraudo e Isaac Tamir Kleiman para saciar las ganas de dirigir las obras que estudiaba en la facultad.

¿Qué cualidad debe tener una directora de orquesta? 

Lo primero es el liderazgo, porque en realidad uno es la persona que está tomando las decisiones en ese momento. Primero hay que tener un conocimiento de toda la obra, estudiarla muchísimo. Y tomar decisiones en función de lo que estudiaste y en lo que recibís en este momento de la orquesta, porque cada orquesta es un mundo y es particular. Cuando te paras frente a una orquesta detectas sus cualidades. Entonces, resolver y tomar decisiones permanentes en vivo, para sonar de una determinada manera y tratar de que se acerque al ideal. Ese es mi trabajo, así que es totalmente de toma de decisiones y de liderazgo. En mi experiencia fui aprendiendo un poco eso y conociendo cómo era mi forma personal de liderazgo.

¿Qué sentís cuando dirigís? 

La figura del director de orquesta en la historia de la música es nueva, porque las obras cada vez se complejizaron más, las orquestas cada vez fueron más grandes en integrantes, entonces se necesitaba una persona que coordinara todo eso y se fue convirtiendo en un arte bastante difícil de hacer. ¿Por qué? Porque vos con tu gesto tenés que expresar un montón de cosas y generar en los músicos reacciones. Más allá de que yo sepa lo que quiere sonar, tengo que trabajar con mi cuerpo y tengo que trabajar con mi gesto para que eso que marco en ese instante, en ese segundo, produzca determinadas reacciones en los músicos. Hay todo un trabajo previo de gestualidad que uno hace en silencio, porque no tenés la orquesta para practicar, y entonces después cuando llegás ahí tenés que ver si realmente modificaste un gesto y si sentiste que la orquesta lo captó. Y si no es así, lo tenés que modificar. 

Es como un arte vivo, y la sensación es muy hermosa cuando lográs lo que querés. Cuando no lográs lo que querés, tenés que replantearte, modificar y trabajar mucho hasta que a través de tu gesto logres lo que querés. Y yo me fui dando cuenta que muchos maestros que me enseñaron técnica de dirección tenían una escuela muy vieja, muy anticuada, en donde el cuerpo tenía que solamente mover determinadas partes del cuerpo. Y fui encontrando que no, que realmente lograba lo que yo quería de los músicos con otra gestualidad. Fui formando mi propia gestualidad, aprendiendo de un montón de maestros y aprendiendo también de manera bastante autodidacta, en el sentido de prueba y error, en el sentido de: “Esto en la orquesta funciona y esto no funciona”. Así es como he ido formando mi técnica de dirección y de liderazgo, las dos cosas. 

Aprender a desaprender. Probar nuevas formas, y también romper barreras. Laura Cmet admite que por ser mujer se encontró con trabas y prejuicios en su carrera. El techo de cristal, remarca. 

“Hice la profesión sin cuestionarme mucho, hasta que para acceder a los niveles más profesionales me di cuenta que algunas puertas no se me abrían. Pero seguí adelante porque sentía que era mi pasión y lo que quería hacer”, agrega. 

Relata que ha dirigido orquestas hasta los ocho meses de embarazo. Y que ha estado en Córdoba y el mundo: Nueva York (EE.UU.), Chile y próximamente México.

Tu sueño era componer música, dirigir coros y orquesta. ¿Te queda algún otro desafío pendiente?

Sí, porque uno siempre es muy detallista y es muy exigente. En esta profesión siempre uno hace una versión de la música y después decís: “no salió esto, me hubiera gustado hacer esto mejor”. Pero en realidad estoy muy conforme con lo realizado porque es mi historia, soy yo, pero siempre, por supuesto, mi sueño sería dirigir un montón de otras orquestas, conquistar otros espacios, pero sobre todo, tratar siempre de poder disfrutar. Me ha pasado en épocas en las que uno por ahí está muy exigido, porque es una carrera muy expuesta. Uno se expone a la orquesta, al público, y eso te produce estrés, preocupación, uno tiene que estar permeable a la crítica, saber que te van a criticar porque uno está expuesto. Todo eso para mí ha sido un aprendizaje. Entonces, la verdad que mi sueño es poder mantener mi eje, poder ser yo misma, ser auténtica en las interpretaciones, más allá de todo. 

Para Laura Cmet, una de las sensaciones más hermosas es transmitirle a otros su pasión por la música. Y es tan así que una de sus hijas analiza continuar con el legado de su madre.

“Lo primero que le digo es ‘anímate a hacer lo que quieras hacer’, porque nadie te puede decir que no podés, es animarse. No es un camino fácil, ni este ni ningún otro. Cuando uno se aventura a hacer una profesión seriamente y en un ambiente exigente, nada es fácil, pero eso no puede ser un impedimento, es la realidad”, concluye.