La primera vez que la fama tuvo forma de trompada protagonizaba la obra de Pelito, en vacaciones de invierno. Al Teatro Fénix de Flores se acercó una fan adolescente y en medio de un tumulto le cortó el pelo.
Solange Muleiro Matou no lograba procesar que una parte de su cuerpo, un mechón, podía ser motivo de coleccionismo. Década del ’80, estrellitas juveniles sin guardaespaldas, sin pautas claras para el trabajo infantil artístico. Siguió trabajando sin entender ciertas reglas. Un día se animó a seguir el deseo: borrarse del mapa mediático.
A sus 51 años no hay distancia que haya logrado el olvido. Hasta en Miami, donde vive, nunca falta un argentino de su generación que la reconoce como Betiana de aquel ciclo infanto-juvenil. O como la rubia chic de acento recoleteano y mechas zigzagueantes en Clave de sol.
En medio de esos rescates de grupos de nostálgicos que buscan reencontrarse con sus modelos de la infancia, Solange es la figurita difícil. Cuesta dar con ella en redes sociales, o saber qué fue de su vida desde 1996, luego de participar de la telenovela Amor sagrado, con Grecia Colmenares y Jorge Martínez. El silencio tuvo un motivo: las leyes la mantuvieron confinada. Se recibió de abogada en Buenos Aires y revalidó el título en los Estados Unidos.
«Recuerdo esa época como una etapa muy feliz, pero ya está. Tengo un perfil bajísimo. Me cansó estar tan expuesta, que a otro le guste o no le guste más lo que hacés, la tensión de quedar o no en un casting, una instancia subjetiva donde tenés que agradar», explica desde Miami.
La mujer que dio su primer beso sin buscarlo («fue con Adrián Suar en una escena», admite) ayuda a los argentinos que buscan emigrar hacia el norte. Está al frente de Bloch- Muleiro Matouk, «un estudio jurídico boutique con profesionales especializados en el sistema americano de inmigración».
Aunque en los créditos de Pelito aparecía como Solange Mathou, los apellidos que figuran en su DNI son Muleiro Matouk. El cambio fue una estrategia que diseñó a los 11 años: su padre Hector Muleiro, que pasó por ATC, Canal 11, Canal 9, era entonces Gerente de Programación de Canal 13 y no permitía que ella actuara.
En complicidad con su hermana, «Sol» se presentó por entonces a un casting en secreto, hizo la fila interminable como cualquier hijo de vecino y fue elegida por el productor Jorge Palaz.
En aquel semillero de actores fueron cuatro temporadas de boom, con Adrián Suar, Gustavo Bermúdez, Julián Weich, Pepe Monje y otros que en la adultez decidieron patear el tablero. La barra que daba cuenta de las problemáticas de la preadolescencia durante el regreso la democracia abrió el camino para producciones posteriores, como Clave de sol y Montaña rusa.
-¿Cómo lograste que cambiara de opinión tu padre?
-Aceptó, pero nunca estuvo de acuerdo. Finalmente fueron 16 años como actriz. Empezó como un juego, después entendí que estaba ganando dinero. Yo era una chica de Recoleta, y el ámbito de la televisión me hizo salir de un círculo, conocer otras realidades. Todo lo que viví me ayudó a ser lo que soy.
-¿Cómo vivías la popularidad en la escuela?
-Yo iba a colegio de monjas, el Jesús María, y a muchas compañeras sus padres conservadores no les dejaban ver el programa. Un ámbito muy cerrado, yo no estaba acostumbrada a tratar con varones y era una época donde el bullying era común, normal. Recién después entendí que detrás de eso había muchísima envidia.
-Era una época en la que no había demasiada supervisión de los niños en televisión…
-Es cierto, hoy todo está más cuidado, yo estuve muy contenida por mis padres, mi mamá estaba presente todo el tiempo, se quedaba en la pizzería de la esquina a esperarme. Algunos compañeros no tuvieron esa suerte.
-Compañeras tuyas contaban que eran niñas y tenían que soportar comentarios desubicados de adultos que trabajaban en diversas áreas. ¿Sufriste acoso?
-No me pasó. Y si pasó, en aquel momento, tan chica, no lo advertí.
-Algunos de tus colegas abandonaron el colegio… ¿Cómo era aquella vida con horarios extenuantes y giras, y cómo lograbas compatibilizar todo eso con la escuela?
-Iba la escuela por la mañana, llegaba al Canal a las 14, comía en un taxi, estudiaba la letra en el estudio, terminaba a las 20.30, volvía a casa, hacía la tarea y a repetir todo eso al otro día. Cuando el programa era unitario se grababa también en Martínez y cuando se volvió tira, los exteriores eran en La Lucila. Lo disfrutaba, pero no dejaba de ser raro. En esos años aprendí lo que era un sindicato, o que necesitaba al consentimiento de mis padres. Pelito me abrió la cabeza.
-En perspectiva: ¿Qué crítica hacés a aquella TV con niños?
-La televisión en general es el reflejo de la sociedad, y en ese momento Pelito representaba a esa sociedad, incluso cuestiones que eran tabú y el programa pudo visibilizar. Recuerdo que uno de los primeros capítulos trataba sobre la primera menstruación, mi personaje abordada esa situación. La llamaban ‘la menarca’, una palabra sumamente arcaica que hoy ni se usa. El abordaje fue con mucho cuidado. No había otro programa que visibilizara esas cosas. Lo que sí tengo es una mirada crítica sobre los niños actores y empezar a trabajar desde temprana edad.
-¿Por qué?
-Enganché un período de pre-adolescencia y adolescencia con mucha contención familiar, 100%, pero conozco casos donde no ha sido así. Hoy creo que los niños deben ser niños, disfrutar de ese momento sin la presión del trabajo, sin perjuicio, aunque creas que es un juego. Hay que tener muchas más herramientas para ser lúdico en esa etapa y no estar cumpliendo horarios, atado a tantas reglas.
Amores con Sbaraglia y Pablo Rago
Si algo le enseñó la «escuela» Pelito fue flexibilidad. Entendió que un canal de TV solía ser el lugar donde algo podía fallar y los planes dar un vuelco. Para 1983, por ejemplo, ya era leyenda narrada a los niños ese día de 1980 en que la emisora de Constitución ardió por un incendio -sin heridos- que obligó a que al día siguiente Almorzando con Mirtha Legrand se emitiera desde un restaurante. Tiempos de una televisión más artesanal, con menos bombardeo de propuestas.
Recordada como la noviecita de Suar en Pelito, los guionistas le escribieron inocentes romances de ficción con casi todos los actores del elenco, como Gustavo Bermúdez y Pepe Monje, con quien terminó casada. En Clave de sol, al principio se enamoró de Leonardo Sbaraglia, luego mantuvo un noviazgo con Pablo Rago.
Muchos espectadores que grabaron material en épocas en que la videocasetera doméstica era un lujo, hoy le envían escenas de ese pasado. Solange se reconoce con ternura, sin arrepentimientos. Era la «chica centrada» de un grupo revoltoso. Épocas en que niñas actrices como Claudia Flores podían «fingir un desmayo y alertar a todo un set, con ambulancia incluida». O que niños actores desaparecían por horas de alguna grabación en Martínez, como aquella vez en que Jorge Pollini y Damián Canavezzio escaparon al hipódromo de San Isidro y estuvieron a punto de conmocionar a la Argentina.
Egresada de la Universidad del Salvador despues de abandonar la carrera de Economía, en 2015 Solange recibió una oferta de trabajo en los Estados Unidos y viajó junto a su marido. Hizo un Máster en la Universidad de Florida y se especializó en visas para profesionales, ejecutivos y managers de empresas, habilidades extraordinarias, Green Cards y ciudadanía americana. «Hay un pico de argentinos que se quiere ir, que me dicen ‘Argentina es invivible y me da cierta bronca escuchar eso».
Hoy el currículum profesional que ostenta no recuerda que estudió actuación con María Herminia Avellaneda, que actuó con Graciela Borges en el drama Pobre mariposa, de Raúl de la Torre, sobre el nazismo en la Argentina. Tampoco hace alarde de la convocatoria de Alejandro Doria para los unitarios de Atreverse, o de las jornadas compartidas con referentes como Rodolfo Bebán, Betiana Blum, Arturo Puig, Duilio Marzio, Alberto de Mendoza, Arnaldo André.
«En general nunca tuve ídolos. Siempre normalicé la profesión», suelta todavía sorprendida por el llamado y por el efecto que esa niña sigue generando en Canal Volver. «La actividad de mi papá tuvo mucho que ver con mi mirada sobre los actores en general».
«¿Volver a actuar? Por ahora, no», duda. No quiere colgarse todavía el mote de ex actriz. «Creo en los cambios siempre. Trato de no pensar nada como definitivo. Eso sí: la actuación no sería ya mi medio de vida».