Hollywood se alimenta de las franquicias y cada dos por tres intenta recuperar sagas que tuvieron éxito en el pasado. Estoy convencido de que esa fue la principal motivación de Paramount para dar luz verde a ‘Snake Eyes: El Origen’, tercera película en acción real situada en el universo ‘G.I. Joe‘ que se hundió en taquilla, no gustó a la crítica y fue ignorada por el público. Ahora podréis comprobar en Netflix si mereció mejor suerte, pues acaba de llegar al catálogo de la plataforma en España.
Menudo desastre
Con un generoso presupuesto de alrededor de 100 millones de dólares -algunas fuente lo sitúan ligeramente por encima y otras un poco por debajo de esa cantidad-, ‘Snake Eyes: El Origen’ tuvo unos ingresos mundiales de apenas 40 millones, lo cual provocó pérdidas multimillonarias a Paramount. De esta forma, el intentó de resucitar la franquicia fue un fiasco absoluto y seguro que tardamos en ver un nuevo intento por parte de la compañía.
‘Snake Eyes: El Origen’ comete bastante errores a lo largo de su metraje, desde lo genérica y anodina que resulta en líneas generales hasta el tremendo fallo de casting que es Henry Golding. En ningún caso creo que sea un mal actor, pero aquí su personaje exige algo que él en ningún caso aporta, en especial en lo referente a aportar la presencia necesaria para sostener a su Snake Eyes.
Tampoco es que el resto del reparto esté muy inspirado, desde una desaprovechadísima Samara Weaving hasta una Úrsula Corberó que da la sensación de que simplemente pasaba por ahí. A eso hay que sumar una suma difícilmente perdonable desde el guion de estar repleta de tópicos y encima resultar aburrida durante muchas fases de metraje. A su manera, ‘Snake Eyes: El Origen’ vendría ser una especie de mal remake encubierto de ‘El reto del samurái’, que ya de por sí no es uno de los mejores trabajos de John Frankenheimer.
Lo que evita que se hunda por completo es que el director Robert Schwentke, también responsable de las deficientes secuelas de ‘Divergente’, logra dar algo de energía al resultado final, apoyándose para ello en un trabajo de planificación y montaje de las escenas de acción algo más limpio de lo habitual en las superproducciones recientes de Hollywood. Con todo, eso lo que evita es que sea una completa pérdida de tiempo, pero no que su visionado merezca la pena.
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