El lunes se cumplió un nuevo aniversario de la muerte de Oscar Moro. En su memoria, en la Argentina se festeja el Día del Baterista. El músico, uno de los más destacados entre quienes se sentaron tras los parches en nuestro país, tenía 58 años y había sido parte de las formaciones más importantes de la historia del rock argentino.

“Cómo me gustaría ser negro”, es el nombre de la canción que más se recuerda del disco que originalmente le correspondía grabar en soledad al baterista luego de la separación de Serú Girán, pero para el cual Moro decidió conformar un dúo junto al uruguayo Beto Satragni. El tema, autoría de Charly García, sonó bastante en las radios argentinas de la post dictadura y arranca con una frase que cíclicamente ataca al humor promedio de las y los argentinos: “Esto es parte de un mal sueño…” la línea de puntos puede completarse con situaciones aleatorias de la historia nacional.

Temprano en la mañana, cuando los programas de radio y las redes recordaban la figura de Moro, la ministra de Economía, Silvina Batakis, enumeraba las siete medidas con las que encaminará su trayecto en el gabinete nacional. Adelantarse a medir resultados, está demostrado, no sirve para nada.

A la misma hora, en Córdoba se aguardaba el arribo de Juan Schiaretti, que volvía a la ciudad luego de un gira trunca por los Estados Unidos debido a un covid positivo que lo obligó a mantenerse aislado por casi todo su estadía en el país del norte. La situación le impidió al gobernador hacerse de una serie de fotos que seguramente imaginó como un elemento más para su proyección nacional, pero también lo corrió del brete de tener que expresarse sobre los cambios en el gabinete nacional que tuvieron al país en vilo durante toda la semana en la que el mandatario provincial estuvo ausente.

No es estilo del peronismo provincial correr detrás de la agenda para posicionarse públicamente sobre el devenir del gobierno nacional. Se consideran ajenos a la interna, y en rigor de verdad lo son más allá del sello partidario con el que ambos sostienen sus estructuras, y no quieren tomar posturas públicas que los ubiquen en el extremo contrario de la grieta que dicen combatir. Por eso, dejan que las lecturas decanten desde sus posicionamientos expresados a través de políticas públicas provinciales y los proyectos presentados en el Congreso. De todos modos, cuando hablan, los funcionarios cordobeses saben muy bien que deben pararse, en palabras del vice Manuel Calvo, del lado “contrario” de la fuerza nacional.

A más de un año de las elecciones y en medio de un proceso de recambio en el peronismo cordobés, la situación parece favorecer a las chances proyectivas del gobernador Schiaretti, que ya dijo que quiere jugar, aunque no dijo desde dónde. Lo cierto es que cuando lo empiezan a sondear a nivel nacional, su figura no alcanza a levantar vuelo. Casi lo mismo le había pasado en su momento a José Manuel De la Sota, que en los tiempos que antecedieron a la tragedia que terminó con su vida se había dedicado a romper con esa especie de techo invisible que siempre le resultó muy difícil de romper.

Una encuesta publicada Zuban- Córdoba a comienzos de mes, que incluso antecede a la escandalosa salida de Martín Guzmán del gabinete nacional, advierte que para un 75% de los argentinos “el principal problema del gobierno no son sus medidas económicas sino la credibilidad del Presidente”. Sin embargo, mientras que el 55% votaría por un candidato por fuera del peronismo, a la mitad de los consultados le genera “temor” un regreso de Macri a la Presidencia.

A la proyección de Schiaretti se le va haciendo cuesta arriba la apoyatura en la gestión, de la que sólo los cordobeses pueden dar cuenta, o no.

El contexto, entonces, se presentaría como ideal para que los hombres y mujeres que se presentan como una alternativa no sólo al Frente de Todos, sino también a la fuerza que tiene como máximo referente al ex presidente. En ese menú, descartando al ultraliberal Javier Milei, no hay muchos más nombres que el de Schiaretti. Quizás, y sólo quizás, Facundo Manes pueda servir de espejo desde el radicalismo.

Sin embargo, cuando se consulta por el voto, a Schiaretti le gana la izquierdista Myriam Bregman (1,6% de los encuestados votaría al cordobés, mientras que un 2% lo haría por la diputada nacional; aunque cuando el peronista tiene un potencial de crecimiento mayor que la bonaerense). A Manes no le va muchísimo mejor.

En ese estado de cosas, el cálculo que realizan muchos de principales analistas replica lo que sucedió en las anteriores contiendas en las que la crisis general y el grado de desconfianza sobre la “clase política” marcaron el clima electoral. Ese tipo de estado de ánimo social suele llevarse puestos a los oficialismos, sean cuál sean las ideas que se defienden desde cada uno de los espacios, y elevar las chances de los opositores mejor perfilados. En la encuesta antes mencionada, las figuras de Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta aparecen, de hecho, a la cabeza de las preferencias.

Además de componerla, Charly García canta la canción que lamenta no ser “un ciudadano de primera”. Si realmente quiere ser Presidente, a Schiaretti le debe pasar algo parecido cuando observa su perfil de candidato de segundo o tercer orden en el que hoy lo ponen las opiniones que relevan las encuestas. Entonces, enfrenta el mismo dilema que lo puso como uno de los principales “corridos” de la elección nacional del 2019, cuando el peronismo federal se terminó disolviendo y los tres protagonistas que lo acompañaban en esas fotos terminaron por formar parte de algunas de las tres fuerzas que resultaron las más votadas de la contienda. Él, se declaró prescindente.

Ahora, Schiaretti ya no podrá aferrarse a la gobernación cordobesa. Más bien, tendrá que acomodar las cuitas internas para que nada se salga del cauce de lo planificado y su delfín, Martín Llaryora, sea quien finalmente tome el mando a partir de diciembre del 2023. Sabe que sin ese triunfo su futuro se complicará, incluso si no quiere ser Presidente pero tiene alguna intención de negociar su incorporación a un potencial esquema nacional.

En el disco de Moro y Satragni también canta David Lebón. La canción se llama “Todo lo que pueda hacerme bien” y era el último tema del disco, el cuarto del Lado B del vinilo. “Siempre estuve cerca para poder contar todo lo que digo, aunque lo cuente mal”, dice esa canción en la que el baterista comparte autoría con su ex compañero de Serú Girán.

A la proyección de Schiaretti se le va haciendo cuesta arriba la apoyatura en la gestión, de la que sólo los cordobeses pueden dar cuenta, o no. Mientras oficialistas y opositores hablan al pueblo por televisión y se meten en cada uno de las discusiones nacionales a través de las redes sociales, el cordobés vuelve a elegir la estrategia de no sumarse al polifónico coro que acompaña la orquesta que ejecuta la partitura de la grieta. No son pocos los sectores que empiezan a pedir un juego más abierto, con el que gobernador amenaza por momentos y deja diluir cada vez que el contexto exige una señal un poco más clara.