Electores de Villa El Libertador manifiestan su malestar por las largas colas de espera para emitir el voto. La escena se repite no solo en el barrio, sino que ya es una protesta generalizada en Córdoba y en el país.
Los protocolos sanitarios contra el covid lentificaron el ritmo de votación a riesgo de que algunos electores replanteen o desistan en su intención de cumplir con la obligación cívica, aunque la mayoría elige esperar.
En el Ipem Blanca Etchemendy la cola doblaba por la esquina de Carmelo Ibarra. Allí se daba el insólito caso de que había diez mesas de votación y solo dejaban ingresar a cuatro personas. Personal del ejército interrogaba a la gente si le correspondía votar en el lugar y después había un segundo filtro por parte de policías entregando barbijos y alcohol en gel. Todo esto hacía que los vecinos se amontonaran afuera.
En el colegio Santiago del Estero, por calle Francisco Pablo de Mauro, se vivía una situación similar. Los electores se agolpaban en la puerta del establecimiento y hacían una cola de cien metros esperando entrar. Lo insólito del caso es que los vecinos se amontonaban en la vereda cuando el patio del colegio estaba todo despejado. Allí había ocho mesas de votación y solo dejaban entrar de a dos o tres.
“Esto es una vergüenza”, vociferaba un vecino de remera celeste. “Es un maltrato, yo me voy”, decía una joven electora que no podía salía de su asombro por la lentitud de los protocolos.
En la escuela Patricias Mendocinas, pasadas las 9,30 horas de la mañana, la cosa era más tranquila. Todavía no había colas. Muy pocos votantes habían concurrido a esa hora. Al menos allí, colgaron el padrón en la pared para que los votantes pudieran ver el lugar y la mesa de votación, y los números de mesas en gran tamaño para que la gente las identificara fácilmente.
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