Día 2

La Moni acomoda el cenicero y empieza a fumar. “A los chicos de la Karem le mandaron tarea por la internet”, le cuenta a su madre, que se refriega con el antebrazo los ojos irritados por la cebolla. “Yo te dije siempre que lo mandemos a esa escuela, el papi te ayudaba a pagarla”, repone Silvia, con delantal de cocina hasta las rodillas. “Miralo al papi ahora, no tiene donde caerse muerto”, le devuelve su hija.

Los nenes se levantan. Catriel dice que tiene hambre y le pide criollos a la abuela. Anabella quiere salir a jugar a la plaza. “Basta con la plaza, sos hartante, te dije que estos días nos tenemos que quedar acá”, le recrimina Mónica con sentido del deber.

“Qué pasó con la factura de la luz, pudiste ir al Rapipago”, pregunta Oscar, desde la vereda, sentado y con la panza asomando de una remera blanca, con agujeros, con logo de pinturería. “Había mucha cola y me volví por el tema del contagio”, se excusa su esposa. “Nos van a cortar la luz, carajo, me hubieses dicho que iba yo”, levanta la voz Oscar. “Mañana voy, che, a vos te dije que te cuides porque si te agarra el bicho, con la diabetes, no la contás”, dice Silvia.

Llega Lucas, saluda con cara de dormido, y entra la moto a la cocina. El olor a lubricante caliente invade el ambiente y se bate en una lucha invisible con el aroma a guiso. “Sacá la moto, pelotudo, no ves que los chicos se queman con el caño de escape”, le reprocha Mónica. “No me jodas”, responde, secamente. “El candado está arriba de la heladera”, apunta Silvia, mientras revuelve el espeso guiso. “Ya está la comida?”, presiona Oscar.

“Bueno, yo me voy al laburo. Portense bien y háganle caso a la abuela”. Mónica ya está vestida con la indumentaria del supermercado. “Esperá que te acompaño”, propone el padre preocupado por la seguridad de su hija. “No hace falta, viejito mío, me pasa a buscar “la Ro” con la moto”, dice.

Anabella empieza a llorar y a clamar el nombre de su mamá entre llantos y alaridos. “Shhhh, venga con el abuelo, déjeme escuchar chinita”, dice Oscar, con la televisión encendida. “Estos no puede ser más pelotudos porque no practican”, insulta al ver a los conductores del principal noticiero de Córdoba. “Vengan al barrio y van a haber si no hay mosquitos”, opina Silvia, asintiendo con su comentario el insulto marital.

 

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