Vecinos preocupados por la recesión económica profundizada por la pandemia hablaron con La Décima: 

“Tengo la tarjeta reventada”

La afirmación corresponde a un remisero de Villa El Libertador, quien al momento de la entrevista está de brazos cruzados esperando por la llegada de pasajeros.

“Está muerto”, dice, para graficar la caída de la demanda de viajes de alrededor de un ciento por ciento si se compara con el período previo a la cuarentena.

“Cada vez hay más coches y la gente no tiene un mango”, señala aludiendo a la competencia barrial.

Un viaje dentro de la zona cuesta 100 pesos, 30 pesos más de lo que costaba a principios de año.

“Tengo la tarjeta reventada”, respondió cuando le preguntamos si se había endeudado en este período.

“Es un estrés constante”

Afirma Patricia Oña, dueña de un local de ropa infantil en Villa El Libertador.

“Nosotros siempre trabajamos bien, pero cuando comenzó esto tuvimos que cerrar y ya no se vendió nada”, cuenta  sobre el impacto de la pandemia.

“Estamos endeudados con créditos de la casa, boletas de luz, alquiler del negocio… las consecuencias las estamos sufriendo ahora”, dice.

Confiesa que vive en “un estrés constante, pasada de sueño, tratando de hacer cosas como reiki o prenderle velas a los santos para sobrellevarla”.

“Vivimos puchereando”

Hace treinta años que Gustavo Tinelli se dedica a la venta de pastelitos de hojaldre en el Parque Sarmiento y en la Villa.

“Antes de la cuarentena vendía cinco o seis docenas por día cuando… ahora la mitad”, cuantifica.

“Es que este pastelito -apunta con el dedo el recipiente lleno del producto- menos de 50 pesos no lo puedo vender, aunque acá lo vendo a 40”, dice.

Y reflexiona: “Está muy frenado, la gente no tiene poder adquisitivo, no le alcanza, vivimos puchereando porque los aumentos no paran”.

“Pobres nosotros los jubilados”

“Nosotros los jubilados nos morimos de hambre con estos aumentos”, comenta Hilda Heredia al salir de un supermercado de la avenida de Mayo.

“Si no fuera por la ayuda de mi hijo, que también está desempleado pero por ahí le aparece una changuita y compra mercadería”, cuenta la vecina.

Y agradece no tener deudas contraídas ni tarjetas. “No quiero saber nada de ninguna tarjeta”, dice.

“Antes compraba carne para frizar”

Claudia Medina, vecina de Villa El Libertador, cuenta que donde más se sienten los aumentos es en los alimentos.

“Antes compraba carne para frizar pero ahora que vale como quinientos pesos el kilo ya no te alcanza”, compara.


“Gracias a Dios con mi marido tenemos los impuestos al día, sobrevivimos”, señala, y agrega que “ya ni la garrafa de gas se puede comprar”.

“Costaba 380 pesos, la garrafa de diez kilos, y ahora te la cobran 480”, detalla.

Nota publicada en la edición gráfica de noviembre. 

 

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