
Un compañero, médico para más señas, me reconoció, durante la cena de un congreso, que en sus 29 años de ejercicio profesional no había tenido nunca una baja laboral. Le pregunté si nunca había estado enfermo y él me contestó que le había pasado de todo, rotura de costilla, porque es motorista, ataques de gota, gastroenteritis, etc. Ante mi sorpresa me contestó que consideraba que no podía abandonar a sus pacientes y que tal responsabilidad le impedía faltar al hospital.
Se conoce con el nombre de presentismo a la situación que se produce cuando acudimos a nuestro trabajo a pesar de estar enfermos, es decir justo lo contrario que el absentismo laboral. Si es usted autónomo se estará tirando de los pelos al leer este párrafo, no es de extrañar. En general, este colectivo no genera ingresos el día que no trabaja. Pero claro, en el contexto de la situación en que vivimos, con una pandemia mundial por el COVID-19 esto puede resultar algo muy peligroso para todos.
Según datos de la encuesta Condiciones de Trabajo, Inseguridad y Salud en el Contexto del COVID-19 (COTS), realizada a más de 13.000 personas por uno de los sindicatos más importantes de nuestro país, aproximadamente un 13% de las personas con un trabajo de cara al público (camareros dependientes, taxistas, etc) han acudido a su trabajo con síntomas compatibles con infección por coronavirus, fiebre, tos, dolores musculares, cefalea, entre otros. El motivo principal ha sido evitar la reducción de sus ingresos o bien el despido por parte de su empresa.
Según datos publicados recientemente en un estudio realizado por el Instituto de Estadística de Aspectos Relacionados con el Trabajo, en Francia, (Dares), tal y como publica Le Monde, el presentismo tiene mucho que ver con las condiciones laborales. Paradójicamente cuanto más intenso e intrusivo, en la vida privada, es el trabajo existe un mayor presentismo. La sensación de no cumplir con su función correctamente, de que las cosas estén peor a su vuelta o que su trabajo se retrase o recaiga sobre otros compañeros, tienen una gran influencia.
Relaciones laborales
El clima de trabajo también juega un papel. Relaciones tensas con ‘el jefe’, ser objeto de hostilidad por parte de ciertos compañeros o estar en un período de reorganización en la estructura de la empresa o departamento induce a evitar el periodo de baja. Lógicamente el miedo a perder el trabajo, al final, es lo que más pesa en la decisión. El tamaño de la empresa u oficina también tiene una gran influencia. Cuanto más pequeña es la estructura, más empleados evitan la baja. Otra característica es que las mujeres tienen más presentismo que los hombres, los ejecutivos que los no ejecutivos y los mayores que los más jóvenes.
Bajas prolongadas
Pero las cosas pueden llegar a ser más complicadas de lo que podrían parecer a priori. A veces el evitar una baja de corta duración, o varias, puede conducir a desarrollar una enfermedad que precise de una muy prolongada. Por ejemplo, en un camarero un dolor persistente en el hombro por una sobrecarga de esta articulación puede producir la rotura de un tendón que requiera un tratamiento y una recuperación que puede durar hasta un año y el remedio puede ser peor que la enfermedad. Por otro lado, existe la queja de sindicatos y trabajadores referente a que las Mutuas dan el alta excesivamente pronto en muchas ocasiones. Esto conduce a la misma situación, una reincorporación demasiado temprana puede condicionar una baja mayor.
Ni qué decir tiene que acudir al trabajo con síntomas compatibles con infección por coronavirus es una irresponsabilidad muy grande. Tener fiebre, dolores musculares, diarrea o cefalea en el contexto en el que nos movemos en la actualidad hace necesario acudir al médico o centro de salud para descartar infección por COVID-19. En caso de ser así, habrá que hacer el tratamiento correspondiente y también la cuarentena. Además, avisar a los posibles contactos para evitar que se produzca un brote de la enfermedad que puede terminar incluso con el cierre preventivo del centro de trabajo.
Segunda oleada del COVID-19
Imagínese que al capitán del Titanic le dieran una segunda oportunidad, que pudiera salvar a todos los pasajeros de su barco y que en su siguiente viaje volviera a chocar contra el iceberg. Pues bien, esto es lo que nos está pasando a nosotros con la pandemia por COVID-19. Parece ser que estamos repitiendo los mismos errores o parecidos que en la primera oleada. Cierto es que tenemos más medios (geles, mascarillas, test, etc.), más conocimientos de los fármacos adecuados para el tratamiento y se conoce con más exactitud el número de casos, ya que se realizan más tests. Aunque la edad media de los pacientes ha disminuido hasta llegar cerca de los 40 años, todavía aproximadamente un 10% desarrolla una enfermedad muy grave que puede producir secuelas o conducir a la muerte. No podemos bajar la guardia.