En un lugar de Villa El Libertador se respira vida. Niños, jóvenes y adultos van y vienen, conversan, se ajustan la vendas de la mano, se miran al espejo, esperando por el comienzo de la clase. “El profe Sergio” pide que hagan silencio mientras es entrevistado por La Décima. Responden, obedientes. Pero crece la impaciencia por el comienzo de clase. Así que en minutos estarán lanzando patadas y piñas al aire, todos al mismo tiempo, como parte de un mismo equipo. Un equipo que celebra la vida y los valores de la competencia.
La historia de esta escuela de kick boxing en Villa El Libertador comienza hace un año en un salón-esquina de Arica y Bermejo. Afuera se lee: “Casa de atención de acompañamiento comunitario” y “Escuela de kick boxing Panthera Team”. Sergio Barrionuevo, el profe, nos cuenta que la escuela funciona como un taller de este centro de atención comunitario donde se brinda asistencia a jóvenes y adultos en situaciones de consumo problemático. La escuela es una pata más -y fundamental- de la tarea de contención social.

“Me pareció muy buena la idea de fusionar el trabajo de este centro de acompañamiento comunitario con lo mío, con este lema: Ni un pibe menos por la droga, que lo llevamos como bandera”, cuenta Sergio. Y agrega: “Ellos hacen una gran labor social, yo apenas soy un eslabón”. Natalia Santander, madre de un alumno, interviene para decir que “vos sos un gran eslabón Sergio, porque a vos los chicos te adoran y los padres también. Es el ángel que Dios nos puso a nosotros en nuestro camino”.
La escuela es totalmente gratuita y tiene una matrícula de 83 niños, jóvenes y adultos, ya que también participan adultos que tienen o han tenido un consumo problemático. “Se les brinda contención a todos, sin privilegios”, dice Sergio. Y las mejoras se advierten “en el rendimiento del colegio o en el trato con sus familias porque este deporte de las artes marciales los forma en valores como el respeto, el compañerismo y la lealtad”, argumenta Sergio. Quien dice que en lo personal la escuela “me abrió la mente” a los 57 años, para ver otra realidad. “Yo vengo de la vieja escuela donde no veíamos, quizá, estas cosas extremas”, dice.
Los chicos son formados y lanzados a las competencias participando de distintos eventos deportivos. En el salón hay tres cinturones colgando de la pared como parte de los títulos obtenidos: campeón en la Asociación Argentina de kick boxing, campeón provincial de la federación cordobesa de kick boxing y campeón argentina de la liga HFC.
“Los chicos van a competir a diferentes eventos todos los meses de alto nivel. Les hago rendir graduaciones. Yo soy cinturón negro tercer dan, entonces tengo la autoridad para tomarle un examen y cambiarlo de graduación”, apunta Sergio, vestido de negro como una pantera. “Chicos que han estado en situación de consumo en estos momentos lo tengo compitiendo”, dice, orgulloso de la tarea.
La Décima les pregunta a los chicos cuál es máxima aspiración. “Llegar a ser profesionales”, contesta uno de ellos. Sergio completa la idea. “Lo que quiero es que mis alumnos tengan el legado de estos valores y mañana puedan ser profesores”.
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