Continuando la senda de asesinos en serie que abrió la historia de Ed Gein, siguió la familia Murdaugh y remató la semana pasada John Wayne Gacy, y que parece tan propia del mes del Halloween que está a punto de llegar, ya podemos ver en Netflix El monstruo de Florencia, la escalofriante miniserie italiana sobre los crímenes que aterrorizaron Italia en los años 80.
Responsable del asesinato de cuatro parejas entre 1968 y 1985, poco o nada se sabe del hombre al que la prensa le dió su apodo y cuatro décadas después continúa siendo uno de los mayores misterios criminales de la historia de Italia. Sin embargo, a pesar de la escasez de certezas, la producción creada por Stefano Solima y Leonardo Fasoli, conocidos por su trabajo en Gomorra, tiene la capacidad de resultar tan interesante como estremecedora.
Estrenada en el festival de Venecia, El monstruo de Florencia no es un true crime al uso, y estas son las razones por las que tienes que ver la escalofriante miniserie italiana de Netflix.
El asesino que surgió de la oscuridad
A pesar de que el hilo conductor de la producción es la investigación en torno a los crímenes, El monstruo de Florencia no es una miniserie policial, ni el ritmo de su narración depende del suspense de la historia. La creación de Solima y Fasoli es más el retrato de un país, con su machismo y su sociedad patriarcal arraigados hasta límites obscenos, que un día se encontró con que su mayor pesadilla derivaba, en realidad, de su mayor silencio, la violencia contra las mujeres.
Escena de la nueva miniserie de Netflix, Monstruo de Florencia.
D.R.
La narración de la miniserie de Netflix arranca el 19 de junio de 1982, cuando Paolo Mainardi y Antonella Migliorini, de 22 y 19 años, deciden parar en un claro de una carretera provincial para hacer aquello que no podían hacer en las casas de sus padres. Para aquel entonces ya se habían producido, que se supiera, tres crímenes más, y Antonella ya le había expresado a sus amigas el miedo que le producían los lugares aislados de noche, como en los que se habían producido los crímenes.
A pesar de que Paolo intentó huir, porque así lo recoge la investigación y se deduce de la posición del coche, encontrado en la cuneta de enfrente a la que pararon, Antonella falleció en el lugar de los hechos a causa de los disparos y él poco después en el hospital. Dos muertes que llevaron a los investigadores a retroceder en el tiempo más de lo que creían que era el comienzo de una cruenta carrera asesina contra parejas y que traslada la narración a los años 60.
Retrato de una sociedad machista
En El monstruo de Florencia no sabemos si los investigadores se desvelaban tratando de resolver los crímenes, si fueron amenazados con traslados o sufrieron acoso por parte de la prensa o los angustiados familiares. Porque al poco de comenzar Stefano Mele, su familia y su entorno se convierten en el retrato de un país que no se inmutaba cuando le arrancaban un vestido a una mujer en la calle o de una sociedad en la que la culpable siempre era la mujer.
Escena de la nueva miniserie de Netflix, Monstruo de Florencia.
D.R.
A Stefano le siguen otros que, como él, no son culpables de todos los crímenes que se han acumulado en la mesa de los investigadores, pero sí de tratar a las mujeres como meros objetos, de emplear la violencia psicológica y física contra ellas, de utilizarlas como un mero vehículo para alcanzar las expectativas familiares, asentadas sobre absurdas tradiciones.
En realidad, como en la investigación real que todavía sigue abierta, el monstruo tal vez no fue uno solo y fueron muchos los monstruos necesarios para permitir que cuatro décadas después las familias de ocho parejas sigan sin tener respuestas. La miniserie de Netflix tampoco las tiene, pero es un acercamiento interesante a un país y a unos crímenes que, como a quienes vivimos el crimen de Alcasser, marcaron a toda una generación y sembraron más sospechas que certezas.







