Navegando en tierra por la costa guipuzcoana, tras haber dejado Zarautz, Getaria, Zumaia y Deba, arribamos a su localidad más occidental, la última antes de toparnos con Vizcaya, donde está la isla paradisiaca más impresionante. Se trata de la muy marinera Mutriku, que tiene, por cierto, las únicas piscinas naturales de agua marina de todo este litoral, así que empezamos fuerte.
Más todavía porque no hay que ir a buscarlas a ningún paradero especial ya que están muy cerca de su puerto histórico, en la mismísima playa de Mutriku. Lo mejor es que son dos, ambas de tamaño olímpico, para gloria de los aficionados a la natación, y que se llenan gracias a las mareas. Que sube la marea, el agua se renueva. Que baja, un muro la contiene.
Esto quiere decir que aquí nos podremos dar un señor baño porque la villa es monumental, además de eminentemente pesquera, desparramándose por la ladera del monte Arno desde sus 618 metros. Recordemos que fue fundada en el siglo XIII y que conserva su trazado medieval, así como restos de sus antiguas murallas, por lo que se recomienda encarecidamente perderse por las callejuelas estrechas y empinadas de su encantador casco histórico.
Puede que vinieras a bañarte en sus magníficas playas, que no están masificadas, pero paseando descubrirás palacios como el Galdona (XVII), ubicado en la plaza de Txurruca, haciendo gala de su barroquismo; el Zabiel, también barroco, con puerta principal enmarcada por columnas que suben hasta el segundo piso; o el Montalivet, del mismo estilo y mandado construir en el XVIII por el barón de Oña, capitán de navío.
Las piscinas naturales están en la misma playa de Mutriku, junto al puerto.
TURISMO MUTRIKU
Además de la casa-torre Luardo, de factura gótica con ventanas geminadas, y la Berriatua, dominando el puerto, gótica igualmente y conocida como Sulengoa, que en euskera significa «anterior al fuego», puesto que sobrevivió al incendio que arrasó la villa en 1543. Otro hito arquitectónico es la iglesia neoclásica de la Asunción, que atesora un cuadro de Zurbarán, y la antigua lonja, uno de sus edificios más emblemáticos, y con razón. Pese a sufrir distintas transformaciones, aún conserva sus hechuras góticas y renacentistas, remitiéndonos al siglo XV.
Por qué te vas a enamorar de Mutriku
Y se complementa de maravilla con la casa-torre del Muelle, una vivienda de pescadores del XVI que es un primor renacentista con arco de medio punto y balcones corridos de madera. Todo con sabor a mar. De hecho, el puerto de Mutriku es uno de los más antiguos de Guipúzcoa. Al estar construido en una bahía natural, que se extiende desde los acantilados de Alcolea, la playa más querida por los amantes del surf, hasta el alto de Burumendi, queda protegido de marejadas y tormentas.
La villa fue ballenera y, aunque obviamente ya no lo es, sigue viviendo en parte del y por el mar. El Berder Eguna, una fiesta primaveral en honor al verdel, así lo prueba. Lo mismo que su industria conservera. Más fiestas: las Magdalenas son en julio, pero las de Galbaixo (Calvario), que aúnan a pescadores y labradores, se esperan a septiembre.
Otra de las emociones que pueden vivirse en este pueblo guipuzcoano es acercarse a los barrios de Laranga y Galdonamendi para tener una vista espléndida sobre el mar y la montaña. Aquí no hay que elegir. Y, por supuesto, dejarse caer por Astigarribia, que guarda el tesoro de la iglesia de San Andrés, levantada nada menos que en el siglo XI y, por consiguiente, la más antigua de la provincia. Barrio singular es también el de Olatz, hacia el interior, con cuevas, caleros y leyendas.
La Lonja, con sus tres arcos, es uno de los edificios emblemáticos de esta villa marinera.
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Y dejamos lo histórico-artístico para sumergirnos en la zona llamada Siete Playas, con su espectacular flysch (formación geológica de origen sedimentario) y que solo puede recorrerse en bajamar. Va desde el puerto de Mutriku hasta la playa de Saturrarán, rozando ya el litoral vizcaíno. Son siete playas salvajes entre acantilados de quitar el hipo, sin servicios pero irresistiblemente bellas. Si de puertas adentro Mutriku es un conjunto monumental, hacia fuera forma parte del Geoparque de la Costa Vasca, junto con Deba y Zumaia, integrado en la red mundial de Geoparques de la Unesco.
Una gran playa con leyenda y múltiples calas pequeñas
Volvemos a la playa de Saturrarán, donde se alza el único caserío marino de Guipúzcoa, el Saturraran Zahar, del siglo XVIII, aunque todo la playa acumula una gran historia. En el XIX tuvo un fastuoso hotel-balneario que, sin embargo, se convirtió en cuartel durante la guerra civil española y más tarde en cárcel femenina y seminario católico. Una escultura de Néstor Basterretxea recuerda a las miles de mujeres que pasaron por allí durante los peores años de la guerra y la dictadura.
En este rincón del abrupto litoral vasco está la roca de Saturrarán, con su famosa leyenda del mar y los dos amantes. Detrás de ella, múltiples calas pequeñas donde sentir la naturaleza a fondo. Ni que decir tiene que es territorio de windsurf, piragüismo y submarinismo, entre otros deportes acuáticos. Y si esta es la puerta de entrada a las Siete Playas por el oeste, la Tercera Playa, bautizada también como Burumendi, lo es por el este. Rocosa, de arena gruesa, con bar en verano y perfecta para quienes buscan tranquilidad después de todo.







