La verdad es que toparse con Marmolejo, de camino a Andújar, por ejemplo, es toda una sorpresa. Mayúscula además y con aires modernistas y belle époque. Como si esto fuera el mirador de las Ballenas en la isla francesa de Ré o la bahía de la Concha en nuestro aristocrático San Sebastián. Decimos lo de sorpresa no ya por el pueblo en sí, que también tiene lo suyo, sino por el ilustre balneario que le dio gloria y fama. Y que aún está ahí.
Hablándonos de su espléndido pasado y recordándonos el reclamo que desde siempre han sido sus aguas mineromedicinales desde que un médico francés llamado Tissot dio a conocer, ya en el siglo XVIII, sus bondades para las enfermedades del estómago, el hígado y el riñón. Y desde que, más tarde, un diputado en las Cortes y consejero de Estado, Eduardo Léon y Llerena, comprara el recinto y lo presentara en las exposiciones universales de Londres, Chicago o París, que entonces eran lo más en proyección internacional.
Así fue como llegó a oídos del mismísimo Ramón y Cajal, de Charles Chaplin, Ortega y Gasset, Torcuato Luca de Tena, los hermanos Álvarez Quintero, Imperio Argentina, Rodolfo Valentino y hasta la infanta Isabel de Borbón, la Chata, hija de Isabel II y hermana de Alfonso XII. Quién iba a imaginar que este pequeño pueblo al sur de Sierra Morena, en el corazón de la España rural, había sido, tiempo atrás, destino preferente de la burguesía y la nobleza españolas.
Pues sí, lo fue a finales del siglo XIX y más allá. De condes y marqueses, de artistas e intelectuales, de diputados y embajadores, además de un largo etcétera de ciudadanos de todo tipo y condición que viajaban hasta el balneario jienense. Obrando el milagro, aguas al margen, de la transformación de Marmolejo, que vivió durante décadas, como recuerdan desde el propio centro, al ritmo de una gran ciudad.
El balneario junto al puente de San Bartolomé sobre el Guadalquivir.
BALNEARIO DE MARMOLEJO

Este esplendor fue tal que esta localidad andaluza llegó a contar con más de 30 tabernas, 10 hoteles, 4 casinos, 3 cines, un teatro y 4 joyerías, más otros muchos establecimientos para colmar las necesidades y deseos del personal, hasta convertirse en una importante estación balnearia. Una especie de «montaña mágica», recurriendo a Thomas Mann. No es de extrañar que los vecinos llamaran a la temporada de aguas la tercera cosecha, dando como daba tan buenos y generosos frutos.
Por qué te va a encantar el balneario de Marmolejo
Con este glamuroso panorama, Marmolejo no tardó en gozar, como la próspera Haro, en La Rioja, de iluminación eléctrica, telégrafo y teléfono, adoquinado, servicio de taxis y, lo mejor de lo mejor, un tranvía de los llamados de sangre, o sea, de tracción animal. Había que llevar a los conocidos como agüistas desde el pueblo hasta el balneario, separados los dos puntos por dos kilómetros. A la ida, dos caballos o mulas tiraban del tranvía. Pero a la vuelta, debido al prolongado desnivel, había que sumar dos más. El servicio se paró, como casi todo, durante la guerra civil española y ya no se recuperó jamás.
En la actualidad, se puede ver una réplica exacta de aquel medio de locomoción apoyada sobre los raíles originales. Y también visitar la Casa del Médico. Un edificio de finales del siglo XIX que albergaba la administración, estancias de recreo para agüistas y sala de hidroterapia con duchas móviles y fijas, dorsal de lluvia, regadera y ducha circular, así como una sección con cuatro habitaciones para los baños.
Hoy es el Centro de Interpretación, montado a las mil maravillas, con una sala de audiovisuales que permite revivir los años de vino y rosas del balneario. De hecho, en la primera planta está recreada la consulta del doctor tal cual, con gran variedad del instrumental de la época. Se conservan hasta las botellas en las que se exportaban las «milagrosas» aguas, incluso al Palacio Real, aparte de recetas, etiquetas y otros curiosos documentos históricos.
Así está recreado el despacho del médico en el balneario.
BALNEARIO DE MARMOLEJO

Ya no hay aquella sofisticación, obvio, pero sigue despertando cierta fascinación. Por la belleza del lugar, junto al Guadalquivir y entre frondosos jardines. Y porque, en el fondo, sus aguas, que ya se explotaban en la romanización hispánica y fueron declaradas mineromedicinales en 1869, están ahí con sus propiedades terapéuticas intactas. Sulfatadas sódicas y bicarbonatadas ferruginosas, concretamente.
Tres manantiales para tres afecciones diferentes
El balneario de Marmolejo se sirve de tres manantiales, cada uno con sus propiedades. Veamos. El de San Luis es aconsejable para las anemias, los trastornos metabólicos y las afecciones de la piel. El de Buena Esperanza, para las enfermedades renales y la hipertensión. Y el de Fuente Agria, para las afecciones del hígado, las vías biliares y el aparato digestivo. La visita al edificio de las fuentes incluye la toma de agua totalmente gratuita.
Y no hemos hablado todavía de la diosa Higea, como se la conoce popularmente, por haberse creído durante años que se trataba de esta deidad griega de la salud y la medicina. Sin embargo, se supo más tarde que, en realidad, es una nereida, esas ninfas benévolas del Mediterráneo. Ella, sea Higea o una de las hijas de Nereo, se erige como figura central del balneario, esculpida por el maestro francés neoclásico Mathurin Moreau, y llegó hasta Marmolejo en su mejor momento. Acentuando aún más su porte artístico, aderezado con los espléndidos parterres animados por pavos reales, faisanes, patos y ocas de su aviario. Igualmente sobresalen las escalinatas que salvan la altura del puente del arroyo Gradillas, de unos nueve metros, enlazando el acceso original con el área ajardinada. También te saldrá al paso un romántico y evocador palomar.
Las tres fuentes de las que manan las aguas mineromedicinales del balneario de Marmolejo.
A.C.

El periplo por este idílico entorno se completa con las terrazas del edificio donde están los manantiales, con una cúpula-mirador que da a la sierra de Marmolejo y al puente de San Bartolomé, soberbia obra renacentista del XVI sobre el Guadalquivir. Un rincón donde olvidarse del mundanal ruido. ¿Que entra el hambre? También hay bar-asador, donde se sirven carnes a la brasa ibéricas e infinitas raciones para elegir (en verano solo a partir de las 20 h). Y allá en los alto, entre olivares, el castillo de la Aragonesa. Bueno, lo que queda de él.
Qué más ver en Marmolejo
Además, hay dos iglesias que visitar. La de Nuestra Señora de la Paz se remonta al siglo XIV, pudo ser construida con materiales del castillo y sufrió modificaciones varias a través de los siglos. La de Jesús es barroca y con dos fachadas de piedra. La principal, por cierto, con una espadaña que, curiosamente, perteneció al templo anterior. Durante la guerra civil, se utilizó como mercado y economato. Y se salvó de la ruina gracias a los marqueses de Villaverde, que tuvieron en este pueblo su palacio, del que no hay ni la sombra. En su lugar se levantó un colegio.
También hay sitio en Marmolejo, dejando ya la belle époque, para el arte contemporáneo gracias al Museo Mayte Spínola, que se constituyó con una donación de los artistas del grupo Pro Arte y Cultura, fundado por la mecenas. Forman parte de su patronato Carmen Posadas o Alicia Koplowitz, está en el patio de un antiguo molino aceitunero del siglo XX y atesora más de 250 obras de artistas nacionales e internacionales. Entre ellos, la baronesa Thyssen, Jorge Rando, Carmen Fierro y Óscar Mariné, el diseñador que conquistó Nueva York y luego modernizó España.