Aloña Fdez. Larrechi

Habríamos preferido equivocarnos, no nos habría importado reconocer que teníamos demasiada fe en la matriarca Russell y que Gladys no iba a ser una Consuelo Vanderbilt. Pero, aunque queda el sí quiero, Bertha gana de nuevo y parece que en la tercera temporada de La edad dorada asistiremos a la boda del año. O del siglo. De momento, en el tercer episodio, el duque ha hecho el negocio de su vida, mientras nos mostraban el clasismo en el que se movía la otra élite neoyorquina y Ada y Agnes ponen la comedia. Y menos mal.

Con el ecuador de la última temporada de la serie de época de HBO Max a la vuelta de la esquina, los personajes protagonistas ven como su idílica vida se tambalea, ya sea con sus anhelos empresariales truncados o con un matrimonio forzado. Gladys es la representante principal de esta congregación de agitadas vidas pero, de Trotter a Peggy, nadie está a salvo de sorpresas en la última entrega de La edad dorada.

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Así que mientras soñamos con que Gladys se rebele y pronuncie el no quiero en el altar (algo que se correspondería con la imagen principal de la tercera temporada, en la que los Russell, sin ella, miran al frente con asombro), repasamos qué nos ha dejado el tercer episodio de la tercera temporada de La edad dorada.

La boda que no iba a ser y será (o no)

En «El amor nunca es fácil» Julian Fellowes juega con nuestros sentimientos, y los de Gladys y, como si de una montaña rusa de emociones se tratase, pasamos de la euforia de que George le despache con viento fresco al duque (porque no puede decir que no a los planes de Bertha, pero él tiene el control del dinero) a que este regrese con el rabo entre las piernas, porque el poder del personaje de Carrie Coon no tiene límites.


La socialité neoyorquina, reunida para ver el cuadro de Gladys que John Singer Sargent ha pintado, antes de que la joven se desmorone.


HBO MAX


Poco se puede añadir a la trama principal de la tercera temporada de La edad dorada, más allá de que esperamos que el collar de perlas roto con el que se cierra el episodio no sea un presagio de lo que les espera a los Russell. Pero hay que recordar el movimiento empresarial con el que George cambia el destino del dinero que era para la dote de su hija y que, hasta la boda, todo es compromiso. Lo que seguro tenemos por delante es mucho sufrimiento de la pobre Gladys.

Al otro lado de la calle, el dramatismo del que hacen gala las viejas glorias neoyorquinas, Ada y Agnes, es el alivio cómico del resto de las tramas, tan preocupadas como están por el ostracismo y la falta de apoyos. Por su parte, Marian se arrepiente de dejarse llevar por las emociones, porque si algo es el servicio es cotilla.

Aunque tal vez, sus preocupaciones deban ser otras, y quizá el devenir vital de Gladys le sirva para ver lo que le espera si se convierte en una Russell. Eso sí, lo que no vamos a hacer es tirar la toalla con el invento de Trotter, y no perdemos la esperanza de que el joven vea sus sueños hechos realidad, aunque solo sea por probar qué se siente siendo millonario.

El clasismo que no esperábamos

La trama más sorprendente del tercer episodio de la tercera temporada de La edad dorada es la de Peggy, con la que, si bien se han cumplido nuestros augurios con el acercamiento del doctor Kirkland, no esperábamos que con él llegase la más bruja de las suegras. Y es que Phylicia Rashad, a la que las menos jóvenes recordamos por su papel en El Show de Bill Cosby, encarna el clasismo de la élite afroamericana, en la que aquellos que fueron esclavos eran vistos con desprecio, por sus orígenes o por su color de piel, y la toma con el padre de Peggy.


A Phylicia Rashad la adoramos, a la mujer que interpreta en La edad dorada no tanto.


HBO MAX

Al contrario de lo que nos tiene acostumbrados, el hombre asiste con una inusitada tranquilidad a un asombroso carro de prejuicios que la señora Kirkland expone con enorme educación. Así que la buena de la novelista deberá decidir entre sus padres y su futuro sentimental. El episodio se completa con la trama del servicio de los Russell perdiendo fuerza, porque también pierde espacio, y si Fellowes se la hubiese ventilado ya quizá nadie la habría echado en falta.

Con todo esto, no podemos tener más ganas de que llegue el lunes que viene, porque los arranques de semana son menos duros cuando nos espera un nuevo episodio de La edad dorada. Y más si, como hemos podido ver en el tráiler, Bertha recibirá una inesperada visita y su hermana le dará el relevo al duque entre los invitados de su mansión. Un personaje al que encarna la incomparable Merrit Weaver y, tal vez, tenga algo que decir de los negocios casamenteros que maneja su hermana.

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