Terminal D. Puerta 5. Vuelo de Miami a Nashville. El próximo destino de Boca, después de haber copado Miami y haber sido el único club del continente en tener dos partidos entre los diez con más espectadores. Y hacia allá va Olé con cientos de hinchas xeneizes en el mismo avión. Uno de los tantos que llegaron y llegarán hasta el partido ante Auckland City. Algo que también se vive, ya en la mismísima ciudad, en un nuevo banderazo. Calor. Color. Pasión. Boca.
“Dale Boca, y dale dale Boca”, se escucha enseguida en el avión cuando no hay más lugar para el equipaje de mano y se produce un embotellamiento en el pasillo. Es que en este Mundial de Clubes en el que la hinchada de Boca conquistó el mundo, basta que uno entone una estrofa para provocar una reacción en cadena. “Señores, go forward”, pide la azafata sin conseguir respuesta.
El estado de Tennessee tiene el mismo sol y calor pero claramente no es la extensión de Latinoamericana como Miami. Hay que ver si está preparado para que miles de fanáticos xeneizes descontrolen las calles y suban en andas al bueno de Tato Aguilera. Esto es Estados Unidos real. El lugar de nacimiento de la música country.
Una ciudad que empieza a revolucionarse con la llegada de Boca y su gente, que no bien toca tierra empieza con nuevos cantitos: “Ponga huevo, huevo los Xeneizes, ponga huevo huevo sin cesar / Que el martes cueste lo que cuesta, que el martes tenemos que ganar…”.
Y ni hablar cuando la azafata saludan a los pasajeros: “Les damos una cálida bienvenida y mucha suerte en el juego”.
La calle Broadway también explota. Son unas cinco cuadras repletas de los “honky tonk”, como se llaman los bares que día y noche ofrecen música en vivo con comida americana, mucha cerveza y mucho ahumado. A cada paso hay camisetas de Boca, de todas las épocas, titulares y alternativas. Y si se cruzan, se sonríen y se saludan. También se se ponen a cantar si ven una cámara de TV.
Al final de la misma calle está el Riverfront Park, donde pasa el río Cumberland. Allí los hinchas se juntaron cuando empezó a caer el sol y aflojaron los 38 grados de sensación térmica. En uno de los banderazos que se organizaron en esta ciudad. El tercero desde que Boca llegó a Estados Unidos.