
Por las tardes, cuando termino de trabajar, me doy un paseo por mi barrio. Siempre voy por la misma avenida, una con más árboles de lo que acostumbra mi pueblo madrileño y hay días en que parece que el canto suave de los mirlos se acomoda por encima del ruido del tráfico. Siempre me hace sonreír y consigue romper con el ruido mental que me acompaña. Durante unos instantes me siento hasta más ligera. No es que me crea Blancanieves, pero lo siento como un bálsamo. Y la ciencia me da la razón. Cada vez más estudios apuntan a que ese canto de las aves tiene efectos sorprendentes sobre nuestra salud mental.
Por qué el canto de los pájaros nos hace sentir tan bien. Igual que contemplar las flores silvestres puede provocar una sensación de asombro que te hace sentir pequeña y reduce la magnitud de tus preocupaciones, el canto de los pájaros nos conecta con la naturaleza y eso nos hace sentir bien. De hecho, según un estudio de 2022 las personas que habían visto u oído aves, aseguraban haber experimentado una sensación de bienestar mental mejor. No solo mejoraba su estado de ánimo en el momento, sino que el efecto se mantenía durante horas incluso en personas con depresión diagnosticada.
Este otro estudio aseguraba que los que oyeron pájaros reportaron menos ansiedad, menos pensamientos negativos y hasta una leve mejoría en su concentración que aquellos que escuchaban el ruido del tráfico. Aunque los pájaros no estuvieran allí y fuera una grabación, tenía efectos positivos mentalmente, como una mayor aclaración mental. Esos sonidos, aunque sean grabaciones, activan en el cerebro zonas relacionadas con el placer, la atención y el equilibrio emocional.
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Un lenguaje que nuestro cuerpo reconoce. Quizá sea algo que hemos olvidado, pero no del todo. En entornos naturales el canto de las aves suele indicar la ausencia de amenazas inmediatas, ya que no suelen cantar cuando están asustadas. Esta asociación, a nivel evolutivo, podría haber llevado a que los humanos perciban estos sonidos una señal de que se encuentran en un entorno seguro. Aunque esta idea aún es una hipótesis y no hay pruebas directas de que nuestros antepasados se calmaran al oír a los pájaros cantar, sí encaja con lo que sabemos sobre cómo el cerebro responde a estímulos naturales: se produce un efecto calmante sobre la amígdala y otras regiones vinculadas al estrés.
El efecto de la naturaleza en la salud mental. La llamada hipótesis de la biofilia de Edward O. Wilson sugiere que los humanos tenemos una afinidad innata por la naturaleza. Esta, junto con la Teoría de la Restauración de la Atención, asegura que entornos naturales nos ayudan a recuperar la capacidad de concentrarnos, sobre todo cuando estamos saturados. Con esto en mente no es raro que algunos estudios hayan indicado que la exposición a la naturaleza reduce la actividad en partes del cerebro asociadas con el estrés y la rumiación. Por ello, la regla 3-30-300 que detalla Greenpeace y que solo en 5% de la gente cumple, es una forma de cuidar nuestra salud mental, porque pasar tiempo en la naturaleza reduce el estrés, la frecuencia cardíaca y la presión arterial.
Los paseos silenciosos en un entorno natural, sin escuchar nada más que lo que te rodea, son una buena forma de incluir un hábito sencillo en nuestro día a día. Escuchar el canto de un pájaro no va a resolver todos nuestros problemas. Pero puede ser ese pequeño respiro que te cambia el día. Nos recuerda que estamos vivimos y habitamos un mundo que, a pesar de todo, es maravilloso. Escúchalos. Están cantando para ti.
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Fotos | Blancanieves (Disney)
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